Medios De Comunicación En Chile, Prensa Y Democracia
Actualmente los medios chilenos son menos pluralistas, de peor calidad y paradójicamente, menos apropiados para las exigencias de una democracia que lo que fueron durante la dictadura. En los quioscos es posible encontrar variados diarios bien impresos, el dial está lleno de estaciones radiales y los medios audiovisuales han atraído una importante inversión extranjera. La pregunta es ¿son más democráticos, más pluralistas? Los estudiosos de la prensa y quienes trabajan en ella coinciden a la hora de aseverar que la problemática actual respecto de los medios en Chile se debe a la excesiva concentración de estos, la cual es tan extrema que no se da en ningún otro país en democracia.
Realidad mediática Chilena
Los medios de comunicación chilenos tienen una configuración, a nivel de estructura y funcionamiento, altamente concentrada, cohesionada e ideologizada. Al mismo tiempo esta concentración cuenta con una red de vinculaciones a nivel económico y político en todos los sectores de la sociedad, hecho que los ha convertido a juicio de instituciones internacionales uno de los sectores con más poder en Chile (PNUD 2004). Este fenómeno mediático sólo contribuye a mantener un status quo social que favorece a ciertos sectores económicos y políticos, los cuales sólo responden a sus propios intereses dificultando en gran medida cambios sociales de vital importancia que potencien el desarrollo tanto humano, local y regional de nuestro país. Ejemplo de esta concentración es que en Chile seis de los siete diarios de circulación nacional pertenecen a dos grupos económicos con una clara ideología común: Grupo Edwards (El Mercurio, La Segunda y Las Últimas Noticias) y el Grupo Saieh o COPESA (La Tercera, La Cuarta y Diario Siete), salvo La Nación que es de propiedad pública. Se trata de un fenómeno de concentración de medios, denominado duopolio, tal cual como lo señala Ken Dérmota (2002) en su libro “Chile Inédito, el Periodismo Bajo Democracia” donde lo califica como el polo opuesto del periodismo de interés público y como el bastión del periodismo de interés particular, objetivos que distan bastante de la concepción del periodismo con responsabilidad social.
Por otra parte, dado que el sistema mediático nacional sea extremadamente concentrado y funcionalmente centralista, muchos de los temas importantes para la sociedad quedarán supeditados a los intereses editoriales del dueño o dueños de las empresas de comunicación. Es aquí donde se extraña el rol del Estado como promotor de las políticas públicas e interlocutor válido para la representación de la ciudadanía para posicionar, a través de los medios de comunicación, temas de necesidad pública como lo son el desarrollo local y regional del país.
Respecto al rol del estado, es cada vez más claro que éste se encuentra ausente en la generación de espacios y condiciones necesarias para garantizar la participación en los medios de todos los sectores. El rol del Estado es presentar una alternativa, ser una voz distinta, la intervención de éste se plantea no con la propiedad de un medio, sino que con la generación de espacios y condiciones aptas para el pluralismo”. Esto en Chile no se ha dado ya sea en forma directa, como es la creación de medios u en forma indirecta como es el aporte en inversión y dineros. Ejemplo de esto es que la inversión estatal en publicidad en prensa, es decir, de los avisos que las instituciones del Estado publican en los diarios, un 50% está dirigido al grupo Edwards, un 30% a COPESA y el 20% restante se distribuyen en todos los demás medios. En este sentido, el Estado aparece como un promotor de la desigualdad y de la concentración de la propiedad. Otro aspecto no menor es que el Estado chileno también es parte de este sector económico, jugando el papel de un empresario más dentro del campo de las empresas de comunicación.
Pues bien, no todas las responsabilidades recaen en el mercado, los dueños de los medios de comunicación o el Estado. En otros lugares del mundo la ciudadanía juega un rol protagónico y fundamental a la hora de exigir sus derechos frente a la libertad de información, la veracidad y la representación. En Chile, en cambio, parece no existir una cultura de exigencia de derechos en este sentido, nuestro país adolece de una conciencia social cívica respecto del tema del pluralismo y de la comunicación, se confunde mucho con diversidad. La gente cree que es plural que existan varios medios de comunicación, muchos diarios o canales de televisión, no les importa quienes son sus dueños o que todos pertenezcan a una u dos empresas. Falta en la construcción de ciudadanía un componente fundamental y es que efectivamente un Estado democrático sea democrático en la medida en que sus espacios autónomos de comunicación social permitan la construcción de nuevos espacios donde puedan operar diversos actores de forma libre y plural.
Situación de la prensa
La situación actual de la prensa chilena se podría catalogar de un oligopolio que va extendiendo su influencia en la ramificación que no tiene que ver estrictamente con la propiedad, sino que con un montón de otras cuestiones que terminan por cerrar un círculo y hacer que en Chile, en prensa, tengamos un espacio extraordinariamente totalitario con una aparente libertad, ahí se explican las agendas temáticas, las pautas y una serie de cosas. Uno de los responsables de este fenómeno es el propio periodismo, ya que no cumple con su función social de informar y que no hace un tipo de construcción de la realidad a partir de investigaciones o develaciones periodísticas, sino que a partir de los mismos actores, que son los protagonistas de los distintos ejercicios del poder, realiza su trabajo. Además de estos factores, se debe considerar y recordar que los medios de comunicación se sustentan a través del avisaje publicitario, ya que las ventas en quioscos representan una parte mínima de los ingresos. Con esto, las empresas que colocan su publicidad en los medios de comunicación pueden, en muchos casos, influir en la línea editorial, la pauta de noticias e incluso, decidir la subsistencia de éstos.
Respecto a la actividad periodística esta se encuentra supeditada a una serie de factores, entre los cuales podemos destacar la falta de compromiso por parte de los propios profesionales de la prensa, ejemplo de ello es la nula injerencia del Colegio Periodistas tanto en los temas que atañen directamente a sus asociados, como a aquéllos de interés nacional, y esto se debe principalmente se debe a que éste opera como sindicato que se preocupa más de entregar beneficios (Atención en salud, pases de cines seminaria etc..). Que a resolver el problema principal que dice relación con la recuperación de ancestrales derechos enajenados o ampliación de garantías legales para ejercer el derecho a la investigación y la vigilancia democrática.Derechos que, por lo demás, una profesión tan desunida no está en condiciones de ejercer, ni un colegio tan debilitado puede presionar para que se cumplan.
Algunos tienden a decir que el periodismo en Chile avanza y que en los últimos años gracias al periodismo de investigación se han logrado generar mecanismos de protección de la democracia. Sin embargo es lícito pensar que, estos ensayos de “vigilancia democrática” son muy a menudo intentos de un periodista o un equipo de un programa. Hasta no hay una política editorial sobre esta materia en los medios de comunicación nacionales. Más bien se verifica una práctica de “destapar ollas, sobre las que no hay mayor seguimiento a posteriori y donde, por cierto, la divisoria entre motivaciones democratizantes y comerciales, se vuelve demasiado difusa. El estado actual de la profesión supone un serio desincentivo a la investigación con fines vigilantes. La saturación del mercado produce que los profesionales velen por la retención de su plaza laboral, antes que por el correcto funcionamiento del sistema social.
En el mismo sentido, otro de los frenos a la investigación son los excesivos resguardos legales a la dimensión pública de la vida privada de personajes públicos. Aún cuando se acepta que una legislación excesivamente liberal en esta materia, conlleva más riesgos que avances significativos en la democratización de la sociedad y transparencia de las instituciones. No obstante, el afianzamiento democrático en el país permite introducir en la legislación penal y civil mayores espacios para la investigación periodística y sancionar menos prácticas asociadas al proceso. Desde luego que esas modificaciones no serán introducidas por la clase política, ni menos aún propiciadas por la clase empresarial, por cuanto hacerlo lesiona intereses y los ubicaría en una posición bastante incómoda ante la sociedad civil.
Es aquí donde se requiere el actuar de un Colegio de Periodistas fuerte, preocupado por las falencias del proceso democrático, más que por las nimiedades sindicales. Ningún colegio profesional débil y cupular puede ejercer presión alguna, sobre el poder político para lograr avances sustanciales en el ejercicio de la vigilancia democrática. Más allá del Colegio de Periodistas, el periodista, no tiene más sustento para investigar que sus buenas intenciones, y por respaldo, su fe y el teléfono de un buen abogado. Aunque la fortaleza de una profesión depende más que de su agrupación gremial, ella está llamada a jugar un papel integrador entre sus asociados, el poder político y la sociedad. Por cierto, una gran medida recae en los propios profesionales que debieran cautelar elevar el nivel profesional del periodismo y buscar formas en que la estabilidad laboral no se pague con aislamiento. También atañe a las universidades formar profesionales con mayor integración. En este sentido, acudiendo a su formación humanista, los periodistas deben propiciar desde su plaza laboral la rearticulación social entre el mundo y quienes controlan la información
por Jorge Muñoz Cerda, periodista.
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