Entrevista a Martín Becerra - Desnudando a los dueños de la palabra en América Latina -
"Los Dueños de la Palabra. Acceso, estructura y concentración de los medios en la América Latina del Siglo XXI", se titula el libro escrito por Becerra junto a su compatriota Guillermo Mastrini, publicado en 2009 en Argentina gracias al apoyo del no gubernamental Instituto Prensa y Sociedad, con sede en Lima.
Ambos académicos publicaron en 2006 "Periodistas y magnates", la primera parte de esta investigación que pretenden actualizar cada cuatro años sobre las llamadas industrias "infocomunicacionales": prensa, radio, televisión abierta y por cable, editorial gráfica, fonografía, cinematografía, telefonía fija y móvil e Internet. Becerra conversó con IPS el martes en la presentación del libro en Santiago.
IPS: ¿Quiénes son los "dueños de la palabra" en América Latina?
MARTIN BECERRA: Son pocos grupos con una influencia decisiva en las actividades "infocomunicacionales". Los más importantes son Globo, Televisa, Clarín, Prisa, Cisneros y el grupo del mexicano Ángel González, con gran presencia en América Central. En telecomunicaciones están Telmex y Telefónica.
El panorama latinoamericano se reproduce a escala nacional. En Chile, por ejemplo, tienes a la familia Edwards (dueña de la cadena de diarios El Mercurio) y a Álvaro Saieh (propietario de Consorcio Periodístico de Chile).
IPS: ¿Tienen algún perfil común estos grupos y magnates?
MB: El origen de muchos de ellos está ligado a una figura patriarcal, de cacique, muy al estilo de los liderazgos políticos y empresariales latinoamericanos.
La figura del "Pater familias" (padre de familia) que se abre camino con métodos no siempre muy prístinos, como queda claro en investigaciones como "Los magnates de la prensa", de la periodista chilena María Olivia Mönckeberg (2009). La acumulación de sus fortunas, en algunos casos, está ligada a negocios con gobiernos dictatoriales.
En las últimas décadas se han reconvertido y diversificado. Hoy hablamos de conglomerados que tienen desde financieras hasta radios y cadenas de televisión. Antes eran empresarios de medios, ahora son enormes grupos económicos, que, para facilitar su acción en el resto de la economía, necesitan medios de comunicación que les sirvan de poder de lobby.
IPS: ¿Qué mirada está representada por estos grandes medios? Mönckeberg dice que en Chile es la derecha neoliberal ultraconservadora...
MB: En general son de derecha. Porque defienden el statu quo. Estos grupos no podrían haber alcanzado el tamaño que tienen, que, dicho de paso, estaría prohibido en países desarrollados, si no fuese por la complacencia de un poder político que en algunos casos estuvo en manos de dictadores.
El poder político los ha beneficiado con unos privilegios que se terminarían con cualquier reforma que aspire a democratizar el sistema de medios, que es algo que está en la agenda latinoamericana hoy.
IPS: ¿Cuál es la magnitud de la concentración de medios en América Latina?
MB: Más de 82 por ciento de todas las actividades de información y comunicación están en manos de los cuatro primeros operadores, que, como esto es un promedio, cambian de país en país. La influencia de estos actores es desmedida.
A esto hay que agregarle que en América Latina, con la excepción a medias de (la estatal) Televisión Nacional de Chile, no hay medios públicos al estilo de la BBC. En este panorama no hay un equilibrio, una fuerza pública que pueda compensar la influencia de los grandes medios comerciales.
Esto habla mucho de las sociedades desiguales que construimos en América Latina, el subcontinente más inequitativo del planeta. Yo creo que si no estuviera tan concentrada la palabra, la situación de desigualdad de América Latina sería más cuestionada.
IPS: Usted menciona la agenda democratizadora que se discute hoy en la región...
MB: Sí, es una agenda heterogénea, porque los gobiernos y los movimientos políticos y sociales que la impulsan son distintos entre sí. La experiencia de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador es muy distinta a la de (Luiz Inácio) Lula da Silva en Brasil y de Tabaré Vásquez (2005-2010) en Uruguay.
Pero estas cuatro experiencias, y podríamos mencionar también a la argentina, tienen en común que por primera vez en esos países se cuestiona la concentración y se plantea que los sectores sociales sin ánimo de lucro tienen el mismo derecho a poseer licencias de radio y televisión. Esta es una gran novedad.
IPS: ¿Cómo analiza la situación de países como Argentina y Venezuela, cuyos gobiernos denuncian que los grandes medios actúan como verdaderos partidos de oposición?
MB: La situación es muy distinta. En Venezuela está la ley Resorte (Responsabilidad Social en Radio y Televisión) del (presidente Hugo)Chávez, con la cual estoy en desacuerdo porque se mete con los contenidos. La ley argentina, no, es muy liberal en cuanto a los contenidos, cada cual puede decir lo que quiere.
Hay muy pocos periodos en la historia argentina donde uno pueda encontrar reacciones tan duras del sistema de medios contra los presidentes. Esto significa que libertad de medios en Argentina hay.
En mi país los medios reaccionan mal, y es muy ineficaz periodísticamente porque reaccionan como partido político y rompen lo que (el intelectual argentino) Eliseo Verón llama el "contrato de lectura", la relación entre el diario y sus lect ores.(FIN/2010)
Ambos académicos publicaron en 2006 "Periodistas y magnates", la primera parte de esta investigación que pretenden actualizar cada cuatro años sobre las llamadas industrias "infocomunicacionales": prensa, radio, televisión abierta y por cable, editorial gráfica, fonografía, cinematografía, telefonía fija y móvil e Internet. Becerra conversó con IPS el martes en la presentación del libro en Santiago.
IPS: ¿Quiénes son los "dueños de la palabra" en América Latina?
MARTIN BECERRA: Son pocos grupos con una influencia decisiva en las actividades "infocomunicacionales". Los más importantes son Globo, Televisa, Clarín, Prisa, Cisneros y el grupo del mexicano Ángel González, con gran presencia en América Central. En telecomunicaciones están Telmex y Telefónica.
El panorama latinoamericano se reproduce a escala nacional. En Chile, por ejemplo, tienes a la familia Edwards (dueña de la cadena de diarios El Mercurio) y a Álvaro Saieh (propietario de Consorcio Periodístico de Chile).
IPS: ¿Tienen algún perfil común estos grupos y magnates?
MB: El origen de muchos de ellos está ligado a una figura patriarcal, de cacique, muy al estilo de los liderazgos políticos y empresariales latinoamericanos.
La figura del "Pater familias" (padre de familia) que se abre camino con métodos no siempre muy prístinos, como queda claro en investigaciones como "Los magnates de la prensa", de la periodista chilena María Olivia Mönckeberg (2009). La acumulación de sus fortunas, en algunos casos, está ligada a negocios con gobiernos dictatoriales.
En las últimas décadas se han reconvertido y diversificado. Hoy hablamos de conglomerados que tienen desde financieras hasta radios y cadenas de televisión. Antes eran empresarios de medios, ahora son enormes grupos económicos, que, para facilitar su acción en el resto de la economía, necesitan medios de comunicación que les sirvan de poder de lobby.
IPS: ¿Qué mirada está representada por estos grandes medios? Mönckeberg dice que en Chile es la derecha neoliberal ultraconservadora...
MB: En general son de derecha. Porque defienden el statu quo. Estos grupos no podrían haber alcanzado el tamaño que tienen, que, dicho de paso, estaría prohibido en países desarrollados, si no fuese por la complacencia de un poder político que en algunos casos estuvo en manos de dictadores.
El poder político los ha beneficiado con unos privilegios que se terminarían con cualquier reforma que aspire a democratizar el sistema de medios, que es algo que está en la agenda latinoamericana hoy.
IPS: ¿Cuál es la magnitud de la concentración de medios en América Latina?
MB: Más de 82 por ciento de todas las actividades de información y comunicación están en manos de los cuatro primeros operadores, que, como esto es un promedio, cambian de país en país. La influencia de estos actores es desmedida.
A esto hay que agregarle que en América Latina, con la excepción a medias de (la estatal) Televisión Nacional de Chile, no hay medios públicos al estilo de la BBC. En este panorama no hay un equilibrio, una fuerza pública que pueda compensar la influencia de los grandes medios comerciales.
Esto habla mucho de las sociedades desiguales que construimos en América Latina, el subcontinente más inequitativo del planeta. Yo creo que si no estuviera tan concentrada la palabra, la situación de desigualdad de América Latina sería más cuestionada.
IPS: Usted menciona la agenda democratizadora que se discute hoy en la región...
MB: Sí, es una agenda heterogénea, porque los gobiernos y los movimientos políticos y sociales que la impulsan son distintos entre sí. La experiencia de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador es muy distinta a la de (Luiz Inácio) Lula da Silva en Brasil y de Tabaré Vásquez (2005-2010) en Uruguay.
Pero estas cuatro experiencias, y podríamos mencionar también a la argentina, tienen en común que por primera vez en esos países se cuestiona la concentración y se plantea que los sectores sociales sin ánimo de lucro tienen el mismo derecho a poseer licencias de radio y televisión. Esta es una gran novedad.
IPS: ¿Cómo analiza la situación de países como Argentina y Venezuela, cuyos gobiernos denuncian que los grandes medios actúan como verdaderos partidos de oposición?
MB: La situación es muy distinta. En Venezuela está la ley Resorte (Responsabilidad Social en Radio y Televisión) del (presidente Hugo)Chávez, con la cual estoy en desacuerdo porque se mete con los contenidos. La ley argentina, no, es muy liberal en cuanto a los contenidos, cada cual puede decir lo que quiere.
Hay muy pocos periodos en la historia argentina donde uno pueda encontrar reacciones tan duras del sistema de medios contra los presidentes. Esto significa que libertad de medios en Argentina hay.
En mi país los medios reaccionan mal, y es muy ineficaz periodísticamente porque reaccionan como partido político y rompen lo que (el intelectual argentino) Eliseo Verón llama el "contrato de lectura", la relación entre el diario y sus lect ores.(FIN/2010)
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